Cantillana
Aquí viví 13 intensos años, donde me dio tiempo a abrir mi notaría y escribir el himno de Andalucía.
En este bello pueblo de Sevilla conocí a buenos amigos que me abrieron los ojos sobre el problema del campo y la acumulación de tierras en manos de unos pocos que ni siquiera las trabajan.
Cantillana es conocida como el «corazón de la Vega del Guadalquivir» y se extiende en una colina que domina la llanura fluvial.
Sus raíces se remontan a la época de la piedra pulimentada, y hoy mantiene un legado romano fascinante, habiendo sido un importante núcleo de población conocido como Naeva.
Con un puerto fluvial destacado, Cantillana era famosa por su asociación de barqueros y las monedas con la imagen de una mujer y un sábalo, reflejo de su rica actividad agrícola y pesquera.
En Cantillana, Blas Infante escuchó un canto que hacían los jornaleros mientras segaban, como plegaria para pedir la lluvia: el Santo Dios.
En él se inspiró para componer el himno de Andalucía, que vería la luz en 1918.
Blas Infante ejerció como notario en Cantillana desde 1910 a 1922 y escribió su obra «Ideal Andaluz» durante su estancia en el pueblo.
El nombre actual de Cantillana proviene de la familia romana Cantillus, con el añadido «ana» típico de la época. Durante la dominación árabe, la villa estaba fortificada con murallas romanas reforzadas por los musulmanes. El torreón de estas murallas ahora alberga el reloj municipal, en el lugar que ocupaba la puerta sur de la antigua alcazaba.
Cantillana también tiene una conexión real. Se dice que el rey Pedro I de Castilla, conocido como El Cruel, disfrutaba de pasar los veranos en una finca de recreo situada entre los ríos Guadalquivir y Viar. Esta tradición real continuó con los Reyes Católicos, quienes otorgaron importantes privilegios a la villa y se hospedaron aquí en diversas ocasiones.
Uno de los símbolos de Cantillana es la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. A finales del siglo XVIII, Cantillana sufrió una terrible epidemia.
En medio de esta calamidad, Doña María de Cózar y otras devotas fundaron el Rosario de Nuestra Señora de la Asunción en agradecimiento por la protección de la Virgen durante la epidemia.
Esta devoción no solo resurgió durante esos años, sino que se consolidó con la formación de una Hermandad que sigue activa hasta hoy.
Otro aspecto interesante de Cantillana es su vínculo con el famoso bandolero Curro Jiménez, conocido como «el barquero de Cantillana». Francisco López Jiménez, su verdadero nombre, se convirtió en una leyenda local por sus escapadas y actos de justicia popular. Según cuenta la leyenda, solía visitar a escondidas a su madre, su novia y a la Virgen de la Soledad, patrona de Cantillana, mientras huía de la Guardia Civil.
Cantillana es un lugar agradable para caminar por sus calles cuidadas y adornadas con azulejos dedicados a las vírgenes de la Asunción y Pastora, y para admirar sus monumentos históricos y casas solariegas.
Una ciudad agrícola conocida por sus naranjas de sangre, ganadería y caza, y algunas industrias relacionadas con la construcción.
Destaca su afición por la tauromaquia y su plaza de toros de 1905 recientemente restaurada, siendo el lugar de nacimiento de toreros como Manili.
Cantillana celebra una diversidad de eventos culturales y festivos que reflejan su rica tradición y legado histórico. Desde sus orígenes romanos hasta su influencia en el Himno de Andalucía, este pueblo sevillano ofrece una mezcla fascinante de historia, cultura y curiosidades que vale la pena descubrir.
Cantillana y Blas Infante
Cantillana ocupa un lugar especial en mi corazón y en mi trayectoria. Fue aquí donde mi pensamiento político floreció y donde muchos de los símbolos de la identidad andaluza tomaron forma.
En 1910, tomé posesión de la plaza de notario en Cantillana. Mi despacho se encontraba en la actual calle Severo Ochoa, esquina con la calle Real, y mi casa en la misma calle Real.
Durante esos años, viajaba constantemente a Sevilla, pero fue en Cantillana donde publiqué «El Ideal Andaluz» en 1915, una obra fundamental en mi pensamiento. En 1918, el himno de Andalucía vio la luz, inspirado en el «Santo Dios» que escuché a los segadores cantillaneros y de otros pueblos mientras trabajaban en el campo.
Así lo escribí en «El Ideal Andaluz»:
“Este magnífico himno se canta en algunos pueblos andaluces por los segadores a la salida y la puesta del sol. Lo emplean en Cantillana los segadores, en cuyo campo hube de anotarlo yo. En crepúsculos inolvidables, yo oía cantar el ‘Santo Dios’ en el tono prescrito de do mayor, modulando al tono de la dominante, es decir Sol mayor, tono campestre entre los griegos”.
Mi estancia en Cantillana no solo influyó en mi obra, sino también en mi conciencia social. Desde mi infancia, tenía clavada en la conciencia la visión sombría del jornalero. En Cantillana, esa visión se hizo aún más palpable.
Con estas duras palabras pude describir lo que sentía:
“Yo tengo clavada en la conciencia, desde mi infancia, la visión sombría del jornalero. Yo le he visto pasear su hambre por las calles del pueblo, confundiendo su agonía con la agonía triste de las tardes invernales»
Durante mi estancia en Cantillana, participé activamente en diversas actividades. En 1913, me uní al Ateneo de Sevilla y participé en el Congreso Internacional Georgista en Ronda (Málaga). En 1916, fundé los Centros Andaluces, y en 1918 celebramos la Asamblea Andalucista de Ronda, donde se adoptaron acuerdos sobre el himno, la bandera y el escudo de Andalucía. Aunque solo en Burguillos logré crear un Centro Andaluz, que fue legalizado en 1918, todos fueron cerrados en 1923 por el dictador Primo de Rivera.
En febrero de 1919, me casé con Angustias García Parias y nos trasladamos a Sevilla, aunque mantuve mi casa en Cantillana y seguí vinculado al pueblo.
Sin embargo, no tuve suerte en política. En las elecciones de 1919 y 1931, no obtuve ni un solo voto en Cantillana, lo que reflejaba el fuerte caciquismo y la falta de contacto con los habitantes del pueblo, limitándome a mis tareas notariales.
A pesar de esto, durante la II República, mantuve una relación profesional estrecha con el Ayuntamiento de Cantillana. Me nombraron abogado del Ayuntamiento en varios pleitos y participé en reuniones y asesoramientos jurídicos con el alcalde y los concejales.
Cantillana, con su rica historia y su gente, siempre será parte fundamental de mi vida y de mi lucha por una Andalucía digna y justa.
¿Qué ver en Cantillana?
Oficina de turismo de Cantillana
📍Calle Miguel de Cervantes, 26, 41320
📞 625 432 020
🌐 andalucia.org/es/cantillana-oficina-turismo
📧 turismo@cantillana.es
Siguiendo los pasos de Blas Infante
Archidona
En el interior de la provincia de Málaga, estudié Bachillerato, conocí la realidad de los jornaleros andaluces y escuché la música que luego trasladé al himno de nuestra Andalucía. Aquí se forjaron mis ideales.
Casares
Aquí nací, en Casares, pueblo blanco de entornos agrestes y naturaleza plena de montaña y mar. Todavía me veo como cualquier niño, agarrado de la mano de mi abuelo, paseando por sus calles empinadas.
Castro del Río
Con este pueblo tengo un vínculo ideológico más que físico. Proclamado como la «Capital del sindicalismo cordobés», Castro del Río influyó y afianzó aún más mi compromiso con el problema agrario.
Coria del Río
A orillas del Guadalquivir, en Sevilla, es el último lugar donde habité. Pueblo de gran belleza, Coria del Río ha conservado un rico patrimonio gracias al cuidado y cariño de sus gentes.
Isla Cristina
En los límites de la provincia de Huelva, aquí pasé una estancia llena de vida, sal y luz. Alegre y vital, ciudad atlántica donde encontrar la paz de la naturaleza.
La Puebla del Río
Pueblo vecino y muy cercano a mi propia casa, donde ofrecía ayuda y asesoramiento a los jornaleros de la zona. La puerta de uno de los parajes naturales más importantes del planeta: Doñana.
Manilva
Aquí pasé veranos inolvidables, es un enclave ideal donde disfrutar de su sendero litoral y del paisaje de viñedos que miran hacia el Estrecho de Gibraltar.
Peñaflor
La localidad donde conocí el amor y tuvo lugar mi casamiento. Situado entre el Valle del Guadalquivir y Sierra Morena, un lugar ideal para el senderismo.